LA CREACIÓN DEL HOMBRE EN EL POPOL VUH



¿Cómo (haremos) para ser invocados y conmemorados sobre la faz de la tierra? Hemos ensayado nuestra primera obra y nuestras primeras criaturas; pero no ha sido posible ser saludados ni honrados por ellas. Probaremos, pues, hacer hombres obedientes y respetuosos, (que sean nuestros) sostenedores y nuestros mantenedores. Así dijeron. Entonces crearon y formaron al hombre. De barro hicieron su carne.

Pero vieron que no estaba bien, pues no tenía consistencia. Sin movimientos, sin fuerza, el hombre era inepto y aguado. No movía la cabeza. La cara no se volvía sino a un lado. Tenía la vista velada y no podía ver hacia atrás. Fue dotado (del don) del habla, aunque no tenía inteligencia, e inmediatamente se consumió en el agua, sin poder estar erguido.

Ahora bien, El Creador y El Formador exclamaron otra vez:

- Mientras más trabaja uno en ello, más incapaz es él de caminar y multiplicarse. ¡Que se haga, pues, un ser inteligente!, dijeron.

Luego deshicieron y destruyeron una vez más su obra y su creación. En seguida dijeron: - ¿Cómo haremos para que puedan nacer (seres) que nos adoren y nos invoquen?.

Dijeron entonces, mientras se consultaban de nuevo:

- Digamos a Xpiyacoc y a Xmucané, al Tirador de Cerbatana, al Tacuacín, al Tirador de Cerbatana al Coyote, probad suerte de nuevo. Ensayad a formarlos de nuevo.

Así se dijeron entre ellos El Creador y El Formador, y hablaron entonces a Xpiyacoc y a Xmucané.

En seguida consultaron a esos adivinos, el Abuelo del Sol, la Abuela de la Luz, como son llamados por el Creador y El Formador, y son ésos los nombres de Xpiyacoc y de Xmucané.

Y los de Hurakán hablaron con Tepeu y Gucumatz. Entonces dijeron al del Sol, al de la formación, que (son los adivinos):

- Es tiempo de ponerse de acuerdo de nuevo sobre los rasgos del hombre que hemos formado, para que (sea) una vez más (nuestro) mantenedor, a fin de que seamos invocados y recordados.

- Tomad, pues, la palabra, ¡oh, Tú que engendras y pares, nuestra Abuela y nuestro Abuelo, Xpiyacoc y Xmucané; haced que la germinación se haga, que el alba ilumine, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre formado, por el hombre creado, por el hombre erguido, por el hombre moldeado. Haced que así sea.

- ¡Manifestad vuestro nombre, oh, Tirador de Cerbatana al Tacuacín, oh Tirador de Cerbatana al Coyote, dos veces engendrador, dos veces procreador, Gran Jabalí, Gran Picador de Espinas, El de la Esmeralda, El Joyero, El Cincelador, El Arquitecto, El del Planisferio Verde, El de la Superficie Azulada, El Dueño de la Resina, El Jefe de Toltecat, Abuelo del Sol, Abuela del Día, porque así seréis llamados por vuestras obras y vuestras criaturas!

- Echad suertes con vuestro maíz, con vuestro tzité, para saber si se hará y resultará, que labremos y tallaremos su boca, y su rostro en madera. Así fue dicho a los adivinos.

Llegó (el momento) de echar suertes y de saludar el rito del encantamiento con maíces y tzité.

- ¡Suerte, criaturas!, les dijeron entonces una vieja y un viejo.

Ahora bien, ese viejo era el maestro de las suertes con tzité: Xpiyacoc se llamaba; pero la vieja era la adivina, La Formadora, cuyo nombre (era) Chirakán Xmucané.

Así, pues, ellos hablaron de esta manera cuando el sol se detenía en el meridiano:

- Es tiempo de ponerse de acuerdo. Habla; que nosotros escuchemos; que nosotros hablemos y digamos si es preciso que la madera sea labrada y esculpida por El Formador y El Creador, y si éste será el sostenedor y el mantenedor, cuando la germinación se haga y nazca el día.

- ¡Oh, maíz, oh, tzité, oh, sol, criatura, uníos, ayuntaos! Así fue dicho al maíz, al tzité, al sol y a la criatura.

- Y tú, oh Corazón del Cielo, sonrójate; ¡no humilles a Tepeu ni a Gucumatz!

Luego hablaron y dijeron la verdad: - Así está bien que se hagan vuestros muñecos, labrados en madera; que hablen y razonen a su gusto sobre la tierra.

- Así sea, respondieron ellos cuando hablaron:

En el mismo instante fueron hechos de madera los muñecos. Se formaron los hombres. Los hombres razonaron y éstas son las gentes que (habitan) la superficie de la tierra.

Existieron y se multiplicaron; engendraron hijas e hijos, muñecos labrados en madera; pero no tenían corazón, ni inteligencia, ni recuerdo de su Formador, de su Creador. Llevaban una existencia inútil y vivían como animales.

No se recordaban ya del corazón del Cielo, y por ello cayeron en desgracia. No fue, pues, sino un ensayo, un intento de hacer hombres, que hablaron al principio, pero cuyo rostro se enjutó.

Sus pies y sus manos no tenían consistencia. No tenían sangre ni sustancia, ni humedad, ni grasa. Las mejillas secas era (todo lo que ofrecían) sus caras. Aridos eran sus pies y sus manos; fláccida su carne.

Por esa razón no pensaban en hacer reverencias ante El Formador y El Creador, su padre y providencia.

Ahora bien, estos fueron los primeros hombres que existieron en gran número aquí sobre la faz de la tierra.

En seguida llegó el fin (de esos hombres); la ruina y destrucción de tales muñecos labrados en madera, que fueron igualmente condenados a muerte.

Entonces las aguas se precipitaron por voluntad de El Corazón del Cielo y se produjo una gran inundación, que cubrió los muñecos; esos seres hechos de madera.

De tzité (se hizo) la carne del hombre; pero cuando la mujer fue labrada por El Formador y El Creador, el zibak (entró en) la carne de la mujer. Debió entrar en su constitución por orden de El Formador y de El Creador.

Pero los nuevos seres no pensaban ni hablaban delante de su Formador y de su Creador, del que los hizo, del que los había hecho nacer.

Y así fueron destruidos; fueron inundados, al mismo tiempo que una espesa resina bajó del cielo. (El pájaro) llamado Xecotcovach les sacó los ojos; el Camalotz les decapitó; el Cotzbalam devoró sus carnes; elTucumbalam quebró y trituró sus huesos y sus cartílagos. Y sus cuerpos fueron reducidos a polvo y dispersados, como castigo a sus personas.

Fueron castigados por que no habían pensado en su madre ni en su padre, el que es El corazón del Cielo, cuyo nombre es Hurakán.

Así es como a causa de ellos se oscureció la superficie de la tierra y una tenebrosa lluvia comenzó a caer, lluvia de día, lluvia de noche.

Llegaron (entonces) todos los animales, grandes y pequeños (y los hombres fueron) golpeados en sus propias caras por los palos y las piedras. Todos los que les habían servido hablaron: sus comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus gallinas, todos los golpearon en sus propias caras.

- Nos habéis tratado mal; nos mordíais; por ello seréis ahora castigados, dijeron sus perros y sus gallinas.

Y he aquí que los metates (les dijeron a su vez):

- Nosotros fuimos atormentados todos los días por vosotros; de día y de noche, siempre holi, holi, huqui, huqui, hacían nuestras caras por vuestra causa. Todo ello lo hemos sufrido de vosotros; pero ahora que habéis cesado de ser hombres, vais a sentir nuestra fuerza, pues moleremos y reduciremos a polvo vuestras carnes. Así hablaron los metates.

Y he aquí que los perros tomaron a su vez la palabra y dijeron:

- ¿Por qué no nos dábais de comer? Apenas se nos veía, y ya éramos echados y perseguidos. El palo para pegarnos estaba (siempre) listo, mientras comíais.

- Así nos tratábais y éramos incapaces de hablar. Sin ello, no os habríamos (dado) la muerte ahora. ¿Cómo, pues, no razonábais; cómo no pensábais, pues, en vosotros mismos?

- Os destruiremos. Ahora probaréis los dientes que hay en nuestra boca; os devoraremos, les decían los perros, destrozándoles la cara.

Sus comales y sus ollas les hablaron a su vez:

- Vosotros nos causabais mal y daños, tiznando con el humo nuestras bocas y nuestras caras; siempre nos teníais al fuego quemándonos, aunque nosotros nada sintiésemos. Vosotros lo sentiréis a su vez. Os quemaremos, exclamaron las ollas, insultándoles ante todos. Lo mismo (hicieron) los tenamastes (pidiendo) que el fuego quemara con violencia sus cabezas, por el mal que les habían hecho.

(Entonces se vio a los hombres) correr, empujándose unos a otros, llenos de desesperación. Querían subirse sobre las casas, pero las casas, desmoronándose, les hacían caer (al suelo). Intentaban subir a los árboles, y los árboles los lanzaban lejos; corrían a esconderse en las cavernas, y las cavernas se cerraban ante ellos.

Así (se cumplió) la ruina de esas criaturas humanas, destinadas a ser confundidas y destruidas. En esa forma fueron entregadas a la destrucción y al desprecio.

Se dice que su descendencia (se ve aún) en esos monitos que viven actualmente en los bosques. Esa fue la señal que quedó de ellos, porque sólo de madera fue hecha su carne por El Formador y El Creador.

Y por tal razón el mono se parece al hombre. Es la muestra de una generación de seres humanos (que no eran) sino muñecos, (hombres) hechos de madera.


Ahora bien, (no había entonces) sino muy poca claridad en la superficie de la tierra; aún no existía el día; pero (había allí) un hombre que se enorgullecía de sí mismo, llamado Vukub-Cakix.

Existían el cielo y la tierra, aunque las caras del sol y de la luna estaban todavía ocultas.

Decía, pues, (Vukub-Cakix): - En verdad, lo que queda de esas gentes que se ahogaron es algo extraordinario; y su existencia es como la de los seres sobrenaturales.

- Seré, pues, grande ahora sobre todos los seres creados. Soy su sol, su aurora y su luna. ¡Así sea! Grande es mi esplendor. Por mí van y caminan los hombres, pues de plata es el globo de mis ojos, resplandecientes como piedras preciosas, y el esmalte de mis dientes brilla como la faz del cielo.

- Mi nariz brilla a lo lejos como la luna. De plata es mi trono, y la faz de la tierra se ilumina cuando me adelanto hacia mi trono.

- Así, pues, soy el sol, soy la luna, causa de la cultura, de la felicidad de mis vasallos. Así será, pues mi vista alcanza muy lejos.

(Así) hablaba Vukub-Cakix, aunque en verdad él no era el sol; sólo se vanagloriaba de sus pedrerías, de sus riquezas.

En realidad, su vista terminaba en el horizonte y no alcanzaba el mundo entero.

Aún no se veían las caras del sol, de la luna ni de las estrellas. No había amanecido.

Así, pues, Vukcub-Cakix se envanecía como si fuera (el igual) del sol y de la luna, pues la luz del sol y la de la luna todavía no habían comenzado a brillar ni a manifestarse. Sólo sus deseos de grandeza le hacían estar más allá de (todo).

Y fue en ese tiempo cuando se produjo la inundación a causa de los muñecos (y de los hombres) hechos de madera.

Ahora contaremos, pues, cómo murió Vukub-Cakix, cuándo fue abatido, y en qué tiempo fue hecho el hombre por la mano de El Formador y de El Creador.


Ahora bien, cuando se comenzó a pensar en el hombre y a buscar lo que debía entrar en la carne del hombre, entonces hablaron El que Engendra y El que da el Ser, El Creador y El Formador, nombrados Tepeu y Gucumatz.

Ya la aurora se aproxima. La obra está concluida. Así queda ennoblecido el apoyo, el mantenedor (del altar), el hijo de la luz, el hijo de la civilización. He ahí el nombre esclarecido, y honrada la humanidad sobre la faz de la tierra, dijeron ellos.

Vinieron, pues. Se reunieron en gran número. Juntaron sus sabios consejos en las tinieblas de la noche. Luego buscaron, y moviendo la cabeza, se consultaron, pensando (en lo que harían).

De esa manera salieron a luz las sabias decisiones de esos hombres esclarecidos. Ellos encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre. Ahora bien, poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas aparecieran sobre ellos, sobre El Creador y El Formador.

En Paxil y en Cayalá así llaman (a ese lugar), nacieron las mazorcas de maíz amarillo y de maíz blanco.

Y he aquí los nombres de los animales que fueron a buscar alimento: yac(gato de monte); utiú (coyote); quel (cotorra o chocoyo) y hoh (cuervo). Cuatro animales que dieron noticia de las mazorcas de maíz amarillo y de las de maíz blanco, que llegaban a Paxil, y que les mostraron el camino de Paxil.

Allí fue donde obtuvieron al fin los alimentos que entraron en la carne del hombre creado, del hombre formado. Esa (fue) su sangre, que llegó a ser la sangre del hombre; el maíz entró en él por el cuidado de El que Engendra, de El que da el Ser.

Así se regocijaron de haber llegado por fin a aquel país excelente, tan pródigo en cosas sabrosas, donde abundaba el maíz amarillo y el maíz blanco, donde abundaba también el pek, el cacao; donde eran incontables los árboles de zapote, los anonos, los jocotes, los nances, los ahachés, lamiel. Abundaban allí, en fin, los mejores alimentos en ese pueblo de Paxil, de Cayalá, (pues tal era) su nombre.

Había alimentos de todas clases, pequeños y grandes; plantas pequeñas y plantas grandes, cuyo camino les había sido mostrado por los animales.

Entonces se comenzó a moler el maíz amarillo, el maíz blanco, y Xmucané compuso con él nueve bebidas, y de ese alimento que entraba (en el cuerpo) hizo nacer la fuerza y el vigor, y dio carne y músculos al hombre.

Eso fue lo que hicieron El que Engendra y El que da el Ser, Tepeu y Gucumatz, como son llamados.

A continuación entraron en pláticas para hacer y formar a nuestra primera madre y a nuestro primer padre. Sólo maíz amarillo y maíz blanco (entraron en) su carne y fueron el único alimento de las piernas y de los brazos del hombre.

Y ellos fueron nuestros primeros padres, los cuatro hombres formados y en los que este alimento (se hizo) su carne.


He aquí los nombres de los primeros hombres creados y formados. Este es el primer hombre, Balam-Quitzé. El segundo es Balam-Agab. El tercero, Mahucutah, y el cuarto, Iqi-Balam. Y éstos son los nombres de nuestras primeras madres y primeros padres.

Sólo se les llamó seres modelados y formados. No tuvieron ni madre ni padre, y nosotros los llamamos simplemente hombres.

La mujer no les dio el ser, y no fueron tampoco engendrados por El Edificador ni El Formador, por El que Engendra y El que da el Ser.

Su creación y su formación fueron un prodigio, un verdadero encantamiento, realizado por El Creador y El Formador, por El que Engendra y por El que da el Ser, Tepeu y Gucumatz. Al aparecer como hombres, hombres, pues, fueron. Hablaron y razonaron, vieron y oyeron, anduvieron y palparon. Hombres perfectos y hermosos y cuya figura era una figura humana.

Fue y existió (en ellos) el pensamiento. Vieron y al instante se elevó su mirada. Su vista abrazó todo. Conocieron el mundo entero, y cuando lo contemplaban, su mirada se dirigía, en un momento, de la bóveda del cielo a la superficie de la tierra.

Veían las cosas más ocultas a su voluntad, sin tener necesidad de moverse antes. Y cuando luego volvían la vista a este mundo, veían igualmente todo lo que él contiene.

Grande fue su sabiduría. Su genio se extendió sobre los bosques, sobre las rocas, sobre los lagos y los mares, sobre las montañas y sobre los valles. Hombres verdaderamente dignos de admiración (así eran) Balam-Quitzé, Balam-Agab, Mahucutah e Iqi-Balam.

Entonces fueron interrogados por El Edificador y El Formador.

- ¿Qué es lo que pensáis de vuestro ser? No veis nada. No oís nada. ¿No son buenos vuestro lenguaje y vuestra manera de andar?

- Mirad, pues, y ved bajo el cielo si aparecen las montañas y los valles. Procurad verlos ahora, les fue dicho.

Después vieron el conjunto de todo lo que hay bajo el cielo. Luego dieron gracias a El Creador y a El Formador (diciendo):

- En verdad os damos las gracias. Hemos recibido la existencia; hemos recibido una boca, un rostro. Hablamos, oímos, pensamos, andamos, sentimos y conocemos igualmente bien lo que está lejos y lo que está cerca.

- Vemos también todas las cosas grandes y las cosas pequeñas en el cielo y en la tierra. ¡Gracias, pues, a vos, hemos sido creados, oh, Edificador, oh, Formador! ¡Existimos ya, oh, abuela nuestra, oh, nuestro abuelo!, dijeron al darles las gracias por su creación y por su existencia.

Y acabaron de contemplar y de ver todo lo que existe en los cuatro rincones y en los cuatro ángulos en el cielo y sobre la tierra.

Pero El Edificador y El Formador no oyeron tales cosas con gusto.

- No está bien lo que dicen nuestras criaturas. Ellas saben de todas las cosas grandes y de las pequeñas, dijeron ellos.

Por ello se tomó de nuevo el parecer de El que Engendra, de El que da el Ser.

- ¿Qué haremos ahora con ellos? Que su vista se acorte y (que se contenten) con mirar sólo una parte de la superficie de la tierra, (dijeron).

- No está bien lo que dicen. Su naturaleza no debe ser, pues, sino la de simples criaturas. Pero serán otros tantos dioses, si procrean lo suficiente y si se desarrollan cuando hagan las siembras, cuando amanezca, si se multiplican. ¡Así sea!

- Limitemos un poco (nuestra obra), a fin de que les falte (algo). No está bien lo que vemos. ¿Querrán por ventura igualarse a nosotros, que los hemos hecho; a nosotros, cuya sabiduría se extiende tan lejos y conoce todo?

Eso dijeron El Corazón del Cielo, Hurakán, El Surco del Relámpago, El Rayo que Golpea, Tepeu y Gucumatz, El que Engendra, El que da el Ser, Xpiyacoc, El Edificador y El Formador. Así hablaron y en seguida cambiaron la naturaleza de sus criaturas y de su obra.

Entonces El Corazón del Cielo les pasó una nube sobre las pupilas de los ojos, que se empañaron como la luna de un espejo que se cubre de vapor. El globo de sus ojos fue así oscureciendo. No vieron sino lo que estaba cerca y sólo eso era claro para ellos.

Así fue destruida su sabiduría y toda la ciencia de los cuatro hombres, su origen y su principio. Así fueron formados y creados nuestros primeros abuelos y padres por El Corazón del Cielo, El Corazón de la Tierra.

Existieron también sus esposas, y sus mujeres fueron formadas. Dios fue consultado igualmente. Así, pues, durante su sueño recibieron sus bellas mujeres, que se encontraron con Balam-Quitzé, Balam-Agab, Mahucutah e Iqi-Balam.

Sus mujeres se hallaban allí cuando despertaron. Pronto sus corazones se regocijaron a causa de sus esposas.