ESTRUCTURA DE LA BIBLIA. REYES


1 Y 2 REYES

Historia política de Israel concentrada en los reinados de ciertos reyes desde el tiempo de Salomón hasta el cautiverio babilónico del pueblo judío

Como ya se dijo, los libros 1 y 2 Reyes son continuación de 1 y 2 Samuel con los que parecen constituir una sola obra. Ya dijimos que la separación entre ambos tuvo su origen en la traducción de los Setenta. En ellos se trata de la monarquía israelita, remontándose hasta los orígenes de los reinos de Israel y Judá, hasta la desaparición de los mismos.

El libro primero de los Reyes comienza con la historia de la sucesión de David, tratando en detalle acerca de la figura y de las obras de Salomón. Después de su muerte, cuando tuvo lugar la partición de los reinos, la narración se ajusta, más o menos, a una secuencia cronológica. En las épocas en las que coexistieron los reinos del Norte y del Sur, las crónicas reales van saltando de un reino a otro con el fin de ir, dentro lo posible, presentando juntos los sucesos acaecidos en reinados contemporáneos. 

Estructura:

1. Salomón (1 R 1‑11). Comienza con la historia de la sucesión de David y continúa con la narración de la magnificencia del reinado de Salomón. Ésta se presenta en forma de tríptico destacando sus grandes construcciones sobre todo el Templo, la magnitud de sus defensas militares y la importancia de su comercio e industria. En la redacción de esta sección hay pasajes en los que se encuentra un juicio favorable de su gestión y otros en los que se la critica.

2. Los reinos de Israel y de Judá (1 R 12-2 R 17).Esta sección comienza con la historia del cisma que se produjo entre las tribus del norte y el sur a raíz de la sucesión de Salomón: las tribus del sur se mantuvieron fieles a Roboam y crearon el Reino del Sur o Reino de Judá, mientras que las del norte nombraron rey aJeroboam y crearon el Reino del Norte o Reino de Israel. El núcleo central de esta parte está constituido por la narración alternada de la historia de los reyes de ambos reinos conforme a un orden cronológico. Al hablar del reinado de Ajab de Israel se incluyen los ciclos de Elías (1 R 17,1‑2 R 1,18) y Eliseo (2 R 2,1‑13,25); y entre los reyes de Judá resaltan, por la extensión que se les concede, los reinados de Joás y Ajaz.

3. El reino de Judá hasta la cautividad (2 R 18-25).En esta última parte destacan las relaciones del profeta Isaías con el rey Ezequías, así como la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías. Se incluye también el relato de la caída de Jerusalén y la consiguiente deportación, así como una referencia a la liberación de Joaquín en el exilio.

Cada una de estas dos últimas partes dedicada a los hechos de cada rey tiene unas características narrativas fijas. Comienza por una introducción en la que figura el nombre del rey, la duración de su reinado y el año del comienzo del reinado del rey vecino (del norte o del sur, según el caso). Nunca falta un juicio de la actividad del rey; el más repetido es: “hizo lo que es malo a los ojos de Yahwéh”, que se aplica a todos los reyes del norte y a algunos del sur. Otro, más benévolo, que se aplica a Asá, Josafat, Joás, Amasías, Azarías y Jotán es: “hizo lo que es recto a los ojos de Yahwéh, pero no desaparecieron todos los lugares altos”. Sólo en caso de los dos reyes que desarrollaron reformas profundas, Ezequías y Josías, se hace de ellos una alabanza plena: “Hizo lo que es recto a los ojos del Señor enteramente, como lo había hecho David, su padre”.

Por último, la conclusión del relato acerca de cada rey remite, para ampliar información, a alguno de los documentos del reino, a la vez que incluye algunos datos sobre su muerte y sepultura, así como el nombre de su sucesor.

El libro primero de los Reyes presenta al rey Salomón como un prototipo de rey sabio. Su capacidad de discernir y, por tanto, de gobernar se muestra en la historia de las dos madres (1 R 3,16‑28). Además de esto, se sabe que Salomón fue un gran administrador del reino, que contó también con colaboradores en su gobierno. Dividió el reino en provincias, y puso gobernadores al frente de las mismas. Sin embargo, para evitar que arraigaran los “nacionalismos”, hizo que el territorio de estas provincias no coincidiera con la tradicional división en tribus. 

Sucedió a Salomón en el trono, Roboam (hijo de Salomón y de una princesa ammonita: 1 R 14,21; 2 Cr 12,13‑14). Fue aceptado sin dificultad por la tribu de Judá, pero encontró muchas dificultades para ser aceptado por las tribus del norte. La unidad política de las tribus conseguida por David, todavía era un tanto precaria. En Siquén, toda la asamblea de Israel pidió a Roboam que aligerara la servidumbre que les había impuesto su padre, pero éste se negó a tal petición, y estas tribus lo rechazaron, y con él a la monarquía davídica (1 R 12,16-17).

Las tribus del Norte aclamaron como rey a Jeroboam, que ya se había rebelado contra Salomón cuando trabajaba como capataz de cargadores (1 R 11, 26). Jeroboam (933‑911 a.C.) se instaló primero en Siquén y más tarde en Penuel, al otro lado del Jordán (1 R 12, 25). Además, para consumar la ruptura con las tribus del Sur, elevó a la categoría de santuarios reales dos viejos templos: Dan y Betel, situados en las fronteras norte y sur del nuevo reino (1 R 12,26‑33).

Después de la ruptura con las tribus del Norte, el sucesor de Salomón, Roboam, se dedicó a fortificar ciudades en su reino. Sufrió una incursión militar del faraón Sosaq a quien tuvo que pagar un fuerte tributo (1 R 14,25‑26). 


Resumen: Visión religiosa de la historia a través de los profetas. Experiencia de un reino político-religioso, que no funcionó. Exigencias de la Alianza e infidelidades del pueblo. Invitación a la conversión, pues Dios permanece fiel a la Alianza y a sus promesas. El verdadero culto a Dios, ya no está ligado a un templo ni un lugar.