EL DOCUMENTO DE DAMASCO. ROLLOS DEL MAR MUERTO


DOCUMENTO DE DAMASCO (DOC. SADOQUITA)
(Cairo Document)

Que nadie venda un cordero o un pájaro de los considerados puros a un pagano, porque está destinado al sacrificio. 

Que no les sea vendido nada ni del granero ni del lagar, a ningún precio. 

Y tampoco le venda nada a su siervo ni a su sierva si éstos hubieren entrado en la Alianza de Abrahán. 

Que nadie contraiga impureza comiendo animal salvaje, o reptil, o larvas de abejas, o cualquiera de los animales que nadan en el agua. Que nadie coma peces, a no ser que hayan sido partidos estando aún vivos y que su sangre haya sido derramada. Que se arroje toda especie de langostas en el agua, mientras están todavía vivas, porque de esta materia fueron ellas creadas. 

Cualquier pedazo de madera o de piedra o de barro que haya sido tocado por la impureza del hombre, contrae la misma impureza, y todo hombre que lo toque quedará igualmente impuro.

Cualquier clavo o estaca clavados en un muro del lugar donde haya un muerto contraerá la misma impureza que los utensilios de trabajo del difunto.

GOBIERNO E INSTALACIÓN DE LA COMUNIDAD

Disposiciones por las cuales se regirán las sociedades de Israel en lo que respecta a lo puro y a lo impuro, de modo que sea patente la distinción entre lo profano y lo sagrado. Estos son los preceptos que servirán de norma al instructor para dirigir a todos los vivientes de acuerdo con la regla marcada para cada tiempo.

Por estas normas se deberá conducir todo Israel y así no incurrirá en maldición. 

Esta es la regla que debe observarse en la instalación del campo. A ella se atendrá durante el tiempo de impiedad hasta que surja el Mesías de Aarón y de Israel.

COL. XIII

Cada campo contará por lo menos diez hombres, pero también podrá tener hasta mil, pasando por centenas y cincuentenas. 

Regla para las decenas: Donde hubiera un grupo por lo menos de diez, que no falte un sacerdote versado en el libro de Hegou (Libro de Estudio). 

Y todos se deben atener a sus decisiones. Si él no fuere versado en todas estas reglas y hubiere allí

un levita que sí lo sea, entonces las decisiones serán tomadas según el consejo del levita. 

Pero si sucediere que se debiese aplicar a alguien la ley de la lepra, que en ese caso el sacerdote ocupe su lugar en el campo. 

El levita lo podrá instruir (al leproso) en las leyes, pero será el sacerdote quien le imponga la reclusión, aun cuando el sacerdote sea ignorante, porque ése es su derecho.

LOS INSPECTORES

Esta es la regla para el inspector del campo: 

Que enseñe a los demás todo lo que pueda de las obras de Dios; que les haga comprender la grandeza de sus maravillas; que les narre con todos sus pormenores los acontecimientos que sucedieron en el pasado; que los ame como un padre a sus hijos y que cargue todas sus aflicciones como un pastor a su rebaño.

Él desatará todos los nudos de sus ataduras, de modo que en la asamblea nadie se sienta oprimido o sobrecargado. 

Que examine también a todo aquel que desee unirse a la asamblea: sus obras, su instrucción, su capacidad, sus fuerzas, sus bienes.

Si el candidato merece ser admitido, que lo inscriba en el lugar que le compete, según su condición hacia su destino de luz. Que ninguno de los miembros del campo se permita introducir a nadie en la asamblea sin la autorización del inspector del campo.

Que ninguno de los que entren en la Alianza de Dios reciba nada de un hijo de perdición. Tampoco le regale nada, a no ser que se trate de un intercambio. 

Que nadie inicie un negocio de compraventa sin haber avisado antes al inspector del campo.

Después de haberlo hecho podrá comenzar el trato. 

[. . .] tendrá cuidado de expulsar [al que se lo merezca (?)]. 

Mostrará preferencia por aquellos que [. . .] [. . .] Esta es la organización del campo [. . .] que se tratará de instalar en todos los puntos de la tierra, [como está dicho:]

COL. XIV

«Vendrán para ti y para tu pueblo y para la casa de tu padre días como no los ha habido desde el tiempo en que Efraín se separó de Judá» (Isaías 7, 17). 

Para todos los que así se conduzcan, la Alianza de Dios será prenda de salvación. Los librará delos peligros de la fosa y serán oídos con prontitud. 

Normas válidas para todos los campos: Que en cada uno de ellos se haga un censo nominal. En primer lugar se nombrarán los sacerdotes, en segundo los levitas, en tercer lugar los hijos de Israel, en cuarto lugar los prosélitos. 

Que sean inscritos nominalmente uno después de otro. Primero los sacerdotes, después los levitas, en tercer lugar los hijos de Israel y por último los prosélitos. En este orden tomarán asiento y también en este orden podrán hacer preguntas sobre cualquier asunto. 

El sacerdote que está encargado de gobernar a los del primer orden deberá tener de treinta a sesenta años.

Deberá ser versado en el libro de Hegou (Libro de Estudio) en todos los decretos dela ley para que sepa dirigir la asamblea según lo que está prescrito.

El inspector de todos los campos deberá tener de treinta a cincuenta años y ser conocedor de todos los conocimientos humanos y de todas las lenguas. Según sus decisiones, se aproximarán todos los miembros de la congregación, respetando su escalafón. Cuando alguien desee hablar de algún asunto, que antes hable con el inspector, especialmente tratándose de queja de juicio.

REGLAS PARA LOS SUPERIORES

Estas son las disposiciones que los «grandes» deben observar para atender a las necesidades de todos: 

Que se dé el salario de dos días por mes al inspector y a los jueces. 

Que del depósito común se retire lo necesario para cubrir las necesidades de los súbditos. 

Que ayuden al pobre, al indigente, al viejo, al hombre castigado, al cautivo de una nación extranjera, a la virgen que no tiene dote y a aquel que no tiene quien cuide de él. 

Estos son los estatutos de la congregación, [que se deben observar hasta que llegue] el Mesías de Aarón y de Israel. Él expiará nuestras faltas. 

El que engañe a otro conscientemente en algo de dinero [. . .] será castigado durante seis días[. . .] el que hable [. . .].

COL. XV

Que no se jure por el «nombre» ni por Alef ni por Daleth, sino por el juramento de la Alianza y por las maldiciones de la Alianza. Que nadie mencione en el juramento la ley de Moisés, porque si jura y vale el juramento habrá profanado también el nombre. 

Si juró por las maldiciones de la Alianza, el culpado será conducido delante de los jueces. Si de hecho las transgredió, será condenado.

Pero si confiesa su falta y ofrece una compensación, no será reo de la pena de muerte.

Aquel que entre en la Alianza con sus hijos lo hace para un estatuto eterno. Si sus hijos no tuvieren edad suficiente, que haga el juramento de la Alianza en nombre de ellos. 

Esta regla estará en vigor durante el tiempo de impiedad para todo aquel que quiere dejar los caminos de perdición. 

En el día que él ya no se entienda con el inspector de los «grandes», le será aplicado el rigor el juramento de la Alianza que Moisés concluyó con Israel. 

Esta es la Alianza de aquellos que se proponen regresar a la ley con todo el corazón y con toda el alma. Todo aquello que se debe practicar durante el tiempo de impiedad se encuentra en ella. 

Que nadie enseñe a otro los estatutos sin haber hablado antes con el inspector, no sea que se encuentre como perdido en medio de ellos. 

Pero si se deja llevar por la traición después de haberse comprometido a volver a la ley de Moisés con todo el corazón y con toda el alma, que los demás se alejen de el.

COL. XVI

El pactó con vosotros una alianza —con todo Israel—. Esta es la razón por la cual todos se deben comprometer en su camino y regresar a la ley de Moisés. En ella todo está exactamente explicado, y la distribución de los tiempos para que Israel se acuerde exactamente de ellos, división de los tiempos conforme a sus jubileos y sus semanas. 

El día en que alguien se comprometa a regresar a la ley de Moisés, el ángel Masterna se alejará de él si observa su compromiso.

Esta es la razón por la cual Abrahán se circuncidó en el día en que fue informado de eso. En cuanto a aquello que él dijo:

«Cumplirás lo que tus labios prometen» (Deuteronomio 23, 24), que no se viole el juramento hecho de seguir la ley aun cuando sea con peligro de muerte.

Todo juramento que alguien haga de alejarse de la ley no debe ser observado aunque sea al precio de su vida. 

¿Qué debe hacer la mujer con su juramento si el marido le ordena anularlo?

Pues que el marido no anule ese juramento para no tornarla impía.

Pero si el juramento lleva a la violación dela ley, que el marido lo anule sin vacilar. Lo mismo puede hacer el padre [con los hijos]. 

Respecto a las ofrendas, que nadie ofrezca sobre el altar un donativo robado.

Que los sacerdotes no lo admitan en Israel.

Que nadie ofrezca alimento de su casa a Dios, porque él fue quien dijo:

«El hombre busca a su siervo para la muerte» (Miqueas 7, 2).

COL. XVII

[. . .] Tal será la ley para todos los que entran en la Alianza de los hombres que buscan la perfecta santidad. 

El hombre que experimenta disgusto en la práctica de las disposiciones justas será probado en el horno. 

Desde el momento en que sus obras sean conocidas, que se le expulse de la congregación como si nunca hubiese ocupado un lugar en medio de los discípulos de Dios. 

Que las personas más autorizadas lo reprendan conforme a sus culpas hasta que pueda volver a ocupar su lugar en la asamblea de los hombres íntegros. 

Hasta que sus obras hayan sido aprobadas conforme a la ley en la justicia, nadie se asocie con él

en el trabajo, en el lucro, puesto que está maldito por todos los santos del Altísimo. Esta razón valdrá para todos aquellos que desprecien las órdenes antiguas y las que seguirán; para aquellos que pusieron ídolos en su corazón y caminan en la impenitencia del mismo. Ya no tienen parte con la casa de la ley.

Como sus semejantes que se alejaron siguiendo al hombre de mentira, así serán ellos juzgados, porque prefirieron los errores a los estatutos justos, despreciaron la Alianza fiel establecida en el país de Damasco hasta hacer nueva Alianza, y no habrá para ellos ni para sus familias lugar en la casa de la ley.

Desde el día de la desaparición del Maestro de Justicia hasta el día en que murieron todos los hombres de guerra que marcharon con el hombre de mentira, pasaron cerca de cuarenta años. 

En ese tiempo se inflamó la cólera de Dios contra Israel, como dijo:

«No hay ni rey ni príncipe, ni juicio, nadie que reprenda con justicia» (Oseas 3, 4; Isaías 11, 4). Pero los penitentes de Israel que se arrepintieron de su iniquidad

guardan la Alianza de Dios. «Entonces dirá uno al otro que cada cual fortifique a su hermano» (Malaquías 3, 18). 

Dios prestó atención a sus palabras, él las oyó. «Un memorial fue escrito directamente de él para los

que temen a Dios y estiman su nombre», hasta que se manifiesten la justicia y la salvación para aquellos que temen a Dios. 

Veréis de nuevo la diferencia entre un justo y un impío, entre el que sirve a Dios y el que no los sirve. 

Él colmará de gracias a los que lo aman y a aquellos que le permanecen fieles, por mil generaciones.